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La rica merrrrrme

Por: Ernesto Barreda Arias

La revista Gente estaba en pleno apogeo durante los ochenteros años de Belaunde y García y publicaba un ranking de notas que calificaba a ministros, funcionarios, alcaldes y demás autoridades. Este columnista era responsable de comunicaciones de una entidad del Estado y cuando salía la lista el titular del pliego quería ser uno de los primeros en saber su ‘nota’. Hasta ahí, todo bien. El problema surgía cuando llegaba la factura de la revista y la tarifa estaba en función de la calificación pactada. Paga pesss.

Con los años, en otro trabajo, tenía que viajar al interior del país para ‘mover prensa’ antes que llegara la autoridad. ¿Un suplementito? Tanto ¿una entrevistita? Cómo no ¿una coberturita en la tv local? Ahí tá mi recibito.

Y la merme limeña alcanzó ribetes departamentales, se distribuyó en frasquitos para provincias y en potes para los distritales. Emergieron los ‘loritos’ alquilados y el micrófono costó lo que valía. Los suplementos y encartes fueron un negociazo. Y en tiempos políticos, los candidatos arrendaban portadas para ‘enchichar’ los kioscos. Así, la merme se volvió un negocio y los chantajistas cambiaron de rótulo: soy periodista pe. Ahí tá mi recibito.

Por estos lares, los ‘anunciantes’ se mosquearon e infiltraron acólitos en los medios, el dato salió de la redacción a la calle y la merme esperaba el fin de mes. Se alquilaron parrillas completas en los radios, los periodistas firmaron carnés partidarios y las puteadas se volvieron léxico informativo. La merme montesinista se adhirió a través de los años y ¿una notita? Cómo no, ahí tá mi recibito (¿Con cebichito? Ya pe).

Fuente Diario Correo.

Columna: De junco y capuli

 

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